Lo acunas balanceando, rama de aire
Y se deshace en pétalos su boca
Porque tu carne ya no es carne, es tibio
Plumón de llanto que sonríe y alza
L. M. Crivello
Las cartas empiezan por decir… ¿estás Bien? O sumar recuerdos, o sonreír con descuido. Nada se puede agregar si es una madre, parece que todos perdonamos y hasta llenamos de alabanzas ese pasado inmediato. Pero en la oscura y terminal pregunta de cualquier hijo o hija hay a veces un resquemor. En las familias normales se acumula el cariño o el odio a partes iguales. En las rotas, partidas e inasibles por haber ocurrido los hechos sin más culpa que sus participes, ¡en esas! alguno de sus miembros acechan al recuerdo. Cargan un gusto amargo, una violencia contra la vida. ¿Es la ira que nos domina? ¿O es una comida incomoda?, ¿O es parecida a una tropa sedienta que atraviesa el desierto y la vista del agua les precipita para beberse aquella cita con la vida.
Una vez transcurridos los años deseamos regresar, o ver si algo se rompió, pero ese lejano paseo del desierto y esa sed tan inmensa nos lo impide. ¿Es deseo? ¿Es una maquina de la conciencia? O ¿es un frio recuerdo que golpea incesante?
Nada. Tal vez. Si alguien muere y es una madre, el epitafio lleva su nombre, marcado a fuego. Ud., o yo, nos balanceáremos impetuosos los primeros días, luego el viento irá amainando y la fuerza del amor tapara la brecha de dolor y miedo.
Tal vez ¿quizás no?
By Juan re crivello
El viento amaina, queda esa fuerza del amor y un vacío inmenso que se une al del padre.
Me gustaMe gusta
Pues si coincidimos amigo Pedro J. Guirao
Me gustaMe gusta