Hoy van dos artículos en un día, si ya sé soy una chica temperamental -j re
Hace un día envié en FlemingLAB este mensaje a una alumna que no disponía de ordenador provisionalmente:
Debes escribir un diario pero que sea un texto literario. Puedes elegir un viaje, o inclusive este mismo temporal de lluvia, ahora no sé en qué soporte, puedes usar papel y lápiz. Puedes usar tu face, y subir cinco líneas cada día y al final pones mi nombre y lo rescato.
Luego de escribir estas líneas reflexioné, ¡si no es tan complicado! Todos amamos comunicar nuestras miradas del otro, de la vida, de aquellas canalladas que hemos superado. O transmitir sueños que nos han despertado de madrugada: aquella antigua/o novia que se asoma luego de años y saluda y el mundo viaja hacia atrás con tal intensidad que describiríamos hasta el olor que surgía de la pesadilla. ¡Si!, el olor era tan particular que ocupaba el sueño, o los deseos de sexo aparecían sucesivamente mezclados en una vieja historia sepultada por los años.
Por ello la actividad de narrar está cargada de espacios vividos diariamente. Son retazos de historias que uno debe trasladar. Y es aquí cuando uno debe llevar un lápiz, un boli, un ordenador o el guattsap para comunicar ese descubrimiento.
—¡Ya! Pero escribir es otra historia, estimado Maese Crivello —responderán a coro.
—Comprendo. Pero sin chispa no hay historias para soñar en compañía de otros. Algunas simples, otras más elaboradas, como Vera la detective de 55 años que vive sola y se obsesiona por crímenes de “esta policía desaliñada y cascarrabias, entrada en años y también en carnes, que vive sola, y que dedica casi todo su tiempo a resolver asesinatos” (1)
En suma, solo conquistaremos la comunicación y con ello la capacidad de narrar si imaginamos el olor, el desaliño o cualquier otra característica como si fuera ¡ya!
(1)Ver link
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