Elvira TresDedos: Estoy sin tinta -06

Elvira Tresdedos cover

Amigos, regresa ElviraTresD, y me decanto por este nombre -j re

Había quedado en la casona de la parte alta con Elvira TresDedos, el mal humor me seguía detrás. Son esos días que uno se pregunta ¿Qué narices me pasa? Pero aquello sigue presente. Repase mi lista mental, llevaba mini grabadora y sitio para apuntes y un bolígrafo que se me había acabado hace una hora. Algo siempre falla —pensé. Seguía en el aire los casi treinta años de esta mujer escondida en un grupo de la alta sociedad pero que muchos daban por desaparecida, me recordaba a la amnesia sobre la amante del ex rey Juan Carlos, esa tal Corina quien vivió con él y nadie dio cuenta hasta que estalló el escándalo de la caza de elefantes en África. Toque el timbre, me hicieron pasar al final una empleada con una fregona inmensa insultaba en ruso mientras limpiaba. Todo iba mal —volví a pensar. Me llevaron al salón rojo, según dijo la empleada. Una habitación rectangular con unas cristaleras que daban al jardín, dos o tres sillones dispersos y donde me senté. A mí alrededor tan solo una mesa baja y dos sofás frente a frente. Elegí el de la izquierda y me dispuse a esperar. Pasados cinco minutos por mi lado derecho sentí una ráfaga de colonia a lavanda. Me gire. Elvira TresD estaba de pie sonriendo. Me levante y trastabillé  y sin cortarme dije:

¡Hoy es uno de esos días que todo sale como el culo! Ella no se inmuto y me extendió la mano, el saludo fue cordial pero gélido. Nos sentamos y pude ver su falda que llegaba con dificultad a cubrir sus rodillas. Vestía en colores turquesas sin alhajas y con un reloj verde muy pequeño. Ella dijo:

—Los malos días preceden a aquellos en que la sensualidad se despierta. La vida está compuesta de miles de días grises, algunos malos y muy pocos donde el alma está inquieta. Pude copiar todo ese decálogo de golpe, pero mi bolígrafo estaba en desuso. Sonreí para decir:

—Estoy sin tinta. Es decir me he quedado sin bolígrafo ¿Podría dejarme uno? Elvira TresDedos volvió a sonreír. Sin darme cuenta una señora que se mantenía expectante me acerco uno.

—¿De qué hablaremos? —preguntó.

—Si le parece podríamos organizar un poco su vida. Ud. estuvo casada con…

—¡Tres! Por ello soy Elvira TresD. En su momento decidí cambiar mi apellido que era un horrible Gonzalez por este TresDedos.

—¿Y cómo lo hizo? “Un amigo hace años me ayudo. Siempre hay amigos. Las mujeres tenemos un don y a la vez un castigo. Nos sabemos mover y hacer que otros hagan cosas por nosotras”.

—¿Tan poco espacio les hemos dejado los hombres? Ya me había arrepentido de esa frase. Es que este día me alejaba de todo metiéndome en un lio detrás de otro. Ella pareció escuchar para contestar.

—A veces la vida te da lo que es posible, tú debes sujetarla y empujarla. En mi caso me violaron con 17 años en el piso 22 de ese hotel más famoso de Barcelona. Aquella noche luego del servicio, se aproximó un político socialdemócrata con coca hasta arriba y me empujo contra un cuarto trastero. Y… como vera, aún vivo. Esa fue mi primera oportunidad para entender el mundo de los hombres cargado de medias verdades y oscuros fanatismos.

—¿Daria su nombre?

—No. Determinados hombres usan su poder para encumbrarse y se rodean de personas destruidas. Aquella planta 22 para mí fue un lugar donde aprendí mi oficio.

—Su… ¿oficio? Vi que se ponía de pie y abría la puerta al jardín, no muy largo con una palmera alta y pequeños jardincillos verdes. Caminamos en redondo casi diez minutos. Un biógrafo debe estar en el papel, debe conocer a su personaje pero aquella debe entregarse. Aun estábamos lejos de ello y por ello pregunte:

—¿Le parece bien que nos veamos dos o tres veces a la semana?

—Tres. Este es mi número —dijo mirándome con una sonrisa maliciosa. Y agrego:

#Hoy refrescará. Verá que esta noche su novia le corresponderá. Quise decir que no tenía, que tal vez era un bulo para terminar la entrevista y así fue. Serían las 20 horas y estaba en la calle. Dos aceras más abajo entre en un bar, en la barra pedí una cerveza. Mire hacia el fondo del bar y desde una mesa con una sonrisa me correspondieron. Me dije: esta será mi novia y fui hasta allí para pedir fuego.

¡Qué horrible! Son las diez y ¡aún estamos en la cama! —dijo Nora. Se vistió con prisa para despedirse. En mi interior la sonrisa de Elvira TresD y su aviso latía. Escribí en una nota: ¿Será bruja?

 

 

 

 

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