
Este folletin (surge la idea de escribir folletines en Félix Molina y su Poe no ha muerto y MasticadoresMéxico con Edgardo Villarreal) durará unos dias. Detrás aparece Delia Z. una fabricante del aguardiente Déjame sola. -j re crivello
Con ello Delia Z., divorciada, con una granja a cuestas y sin hijos y fabricante del aguardiente Déjame sola, estaría pensando en delinquir, trabajar o robar algún amor. Esa noche dejo todo bien cerrado, se pintó los labios con un rojo sereno, se metió en una falda arrebatadora y se propuso visitar la Catedral. Así llamaban al pub/bar de música que quedaba detrás de la estación del próximo pueblo. Una localidad que era el núcleo de la comarca, famosa por sus ferias ganaderas y algún cambio de partida ilegal de ganado en mal estado por unos cimarrones radiantes. Ella se había mentalizado, un galán joven, por cierto su edad era de 30 años y no podía ser menos. También se había prometido esta vez no rechazar ni al más feo, ni al tartamudo, o al señor llegado en silla de ruedas. Todos eran tipos llenos de vida, y pasados unos minutos aquel calor que desprendían podía incomodarle o no. La batalla –para ella, estaba en el primer beso, cruzado, con leve lengua y sabor a tabaco o construido por la higiene mentolada de aquel que escondía la droga. También si aparecía uno sin olor a cigarro, esta vez le aceptaría. Son tiempos que se recogen las historias y los nuevos saurios han perdido esa característica del galán de la película Casablanca. ¡Ah!… Bogart. Su humo llenaba la pantalla, sus ojos batían de escandalo a su alrededor, en busca de esa cosilla que las mujeres amamos, ¡la emoción!
Bajo de la furgoneta cerca de la 23:30. Se retoco un poco el peinado, se miró en el cristal, el vaho del frio le impidió verse, caminó y entro resuelta. El espacio con una barra a la izquierda y muchas mesas ocupadas: “buen comienzo” –dijo. Saludo a alguno y fue a la barra. A los pocos segundos alguien intentaba hablarle, de carácter delgado, de mirada necia, “este no era”. Se lo quitó de encima yendo al lavabo, al regresar el pájaro estaba apoyado dando la lata a otra. Al final de la barra pudo ver a un tipo, rudo, lleno de movimientos delicados que contradecían su compleja construcción.
_Hola –dijo. La camiseta de su conquista era redonda, abierta, sin cuello y cultivaba senos de culturista. ¡Qué horror!, pero se contuvo. Él se giró y respondió:
_ ¿Te conozco? “Tal vez –dijo, para agregar: vengo poco por aquí”. El divago con su mirada y le recorrió desde la punta de sus senos hasta posarse en su nariz. Delia Z. tenía una cabeza pequeña y un corte de cabello ondulado que llamaba la atención por su vigor. “Esta noche no hace frio” –dijo el. El tema no acababa de arrancar, ella decidió dar un hachazo:
_ ¿Qué haces cuando te aburres? Él sonrió, a los hombres les molestaba que entraran en su intimidad y no le dejaran espacio para su gloria personal.
_Escucho música y me hago unos bocadillos de pan de miga, pollo y lechuga con mayonesa que están muy bien –respondió, casi sin respirar. Delia Z. se repuso y paso su dedo por su labio, como si fuera incauta, lo había visto en un culebrón mexicano y luego batió sus cejas. Si agregaba más se desmayaría de tanta horterada seductora que había puesto en marcha. El salió en su socorro al preguntar: Esa camisa que llevas ¿es muy ceñida?, -y divago sobre caramelos y hormonas, o senos amplios y apreturas, que le llevaría a sorber cerveza ante tanta inutilidad. Delia Z. en su interior deseaba ¡un Bogart! Por favor… ¡sal con esa estrella de Bogart! Y el tipo al terminar el sorbo fue más explícito y dijo con ese estilo lanzado y sin parar: “me da igual cómo te llamas, soy un lobo solitario. ¡Un lobo!” Repitió dos veces aquello, y se acercó hasta su oído para decir, “si vienes conmigo tengo buena música, bocatas y sexo”. Ella se asustó, y ¿si este tío es un cabroncete que al llegar me maltrata, o me dispara en la nuca? Por su cabeza pasaron segundos terribles, hasta responder suave:
Sí, pero si te pasas, prometo dejarte lleno de agujeros. Milton m vio sobresalir una pistola que asomaba en el interior de su camisa, de raso negro y puntas de estrellas pequeñas y doradas. Pagaron y se marcharon.
Al salir un mensaje en el guasap de Milton M sonó, decía: ¡llámame! lo firmaba su padre Milton Z.
Lo seguiré, Juan! Este tipo de literatura de un día para otro siempre me ha gustado. La continuidad es también un simulacro de la vida, donde todo parece continuar.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Simulacro de la vida,,, me ha gustado
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muy bueno, Juan. A ver si algún día me atrevo yo a hacer lo mismo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Te refieres a hacer aguardiente no? Jajajajaja un abrazo
Me gustaLe gusta a 1 persona
Jajaja. Sí a eso me refiero.
Me gustaLe gusta a 1 persona