Barselona -02 Año 1944

 by j re crivello

_ Nuestro hombre es Martín Alsa mi Almirante.

_ ¿Quién?

_Es un banquero de Buenos Aires, nos lo ha presentado un amigo común, él le lleva sus intereses para Europa.

_ ¿Estaría dispuesto a entrevistarse con nosotros?

_Sí. Hemos contactado. Si Ud. lo autoriza arreglaré una cita en Madrid. Le parece bien… el ¿12 de Noviembre? de 1944  en el Hotel Austria. Él dirige los cargamentos de trigo de Buenos Aires a Madrid para el gobierno de Franco.

XXX

Esta mañana me ha llamado la Mirada. ¿Que deseaba -me pregunté.? Al golpear su puerta aún recuerdo la maleta que me entrego hace unos años. El sol se resiste a salir, hace frío. Este invierno de agosto del 1944 es seco y ventoso. Abren la puerta, su mayordomo me acompaña a través de las habitaciones, su casa parece un cubo tridimensional, cada canto de una pared desemboca en un espacio diferente. Hace años que no le veo. Llegamos a la cocina, al entrar veo su sillón, antiguo, verde. Sin girar su cabeza levanta su mano haciendo un gesto para que me aproxime. Al sentarme a su lado coge mi mano izquierda y la aproxima, siento sus dedos fuertes, huesudos hundirse en mi palma, no me mira. Ambos estamos de cara al exterior, a un patio arbolado. Comienza a hablar:

_Esta tarea es para ti Martin Alsa. Ellos están perdiendo la guerra en Europa, su Imperio se derrumba. Los nazis buscan una salida, nos pedirán ayuda, y allí estaremos… Hace una pausa y tuerce su boca. No temas, ellos no saben quiénes somos, tu tarea es abrir el camino para que algunos escapen hacia América. Recibirás una llamada de Ella, para que contactes con el ayudante de Hitler. Se llama Gluecks, este General dirige la Oficina Principal de Administración Económica del Reich. El desea transportar oro y personas para América  y Ella por orden de su marido te buscará para hacer de puente. Nos interesa a través del dinero –prosiguió-, que recibirás en comisiones, deberás proteger los libros de la Biblioteca. Se detuvo un segundo, para proseguir con más énfasis: pero debes obtener un compromiso para que nos reintegren esos libros. Pensamos en un volumen valioso que allí debe estar, algunos le llaman el Libro del Saber. No muestres interés en su recuperación, solo el necesario. Probablemente veas al Fuhrer, ten cuidado. El es la sinrazón, el rey de las serpientes. Se halla muy excitado, y conoce que se aproxima su fin. El no sé salvará, pero su tarea consiste en aniquilar a millones de personas. Los Monjes Blancos le vamos a derrotar, pero parcialmente, pues el Imperio del Este se salvará. Se detuvo un segundo y antes de seguir intento que pusiera mucha atención en lo que diría a continuación: ¡no le mires directamente! En sus ojos brota una luz de muerte. En la pared que teníamos al lado comenzaron a aparecer unas imágenes dejando ver personas deambulando en un campo de la muerte. Un humo negro surgía de unas chimeneas  y  un olor atroz, a carne quemada impregno la habitación. Una voz suave continuaba: ¡lo que sientes es el placer del hombre dando muerte a hombres! Es la miseria del Despotismo Asiático. Luego explico como el reino de la Atlántida sucumbió en la lucha de Anapsilon y Tessonis. Hoy  en Alemania  y en Rusia reina Anapsilon. Por primera vez La Mirada, giró su cabeza  y me miró, sus ojos me envolvían. Era capaz de sentir el mar, donde un pez verde saltaba en su superficie. Luego veía un hombre, oscuro, calvo, su mirada de horror me invadía. La Mirada desbrozaba el camino diciendo: ese que ves, es Gluecks. Veía detrás de él a tres matones vestidos de la SS que protegían al Mariscal Goering. Los ojos de la Mirada comenzaban a cambiar, se transformaban en una tortuga, hundiéndose hasta cerrarse.

Me puse de pie, quería irme, le saludé. Al gírame para verle nuevamente, su  sillón  estaba ocupado por una nube azul. Trastornado salí de la habitación mientras me acompañaba el mayordomo, al llegar a la salida me entregó el abrigo y el sombrero. Le miré, y dijo:

_El sueño de la razón está por vencer a la oscuridad en Europa, de ti depende que los libros regresen a nuestro poder. Me despedí, al salir a la calle, ya era de noche, me detuve en un Kiosco de revistas, compré el último periódico, su titular decía:

Las tropas aliadas desembarcan en Francia. Subí a mi coche y me dirigí hacia casa, debía esperar noticias. No podía apartar de mis pensamientos aquel olor repulsivo.

¿Estaría a mi alcance conocer a Hitler algún día?

XXX

Ella me llamó por la tarde, habían pasado tres días de la entrevista con la Mirada. Estaba radiante, llevaba un vestido cortado y entallado de color beige con unas finas rayas intercaladas de marrón intenso, la chaqueta hacia juego en el mismo color. Cubría su cuello con un pañuelo marrón pálido. Sé acercó, la palma de su mano estrecho las mías con fuerza. Poseía unos ojos negros, seductores, siempre se desplazaban, agitados, nerviosos. ¡Buscaban la complicidad del visitante! Dijo:

_Hola Martín! ¿Cómo estás? ¿Y el banco? Respondí:

_Bien. Me dejé acompañar por ella hacia un sillón al costado de la sala donde diariamente trabajaba.

_Tengo una tarea para ti. Me aparte un poco, -su cercanía me turbaba-, fui hasta las bebidas y me serví  un vaso de whisky.

_Dime, exclamé intentando disimular.

_Mira –expreso ella acentuando con sus cejas lo que vendría a continuación-, debes visitar Madrid y entrevistarte con un enviado de Hitler. Su nombre es Gluecks, probablemente el te lleve a Alemania  y de allí le acompañes para un traslado de un cargamento de oro. ¡Cómo comprenderás esta operación es secreta! El General está a punto de declarar la guerra a los nazis, pero ello no debe distraerte, son las presiones que ejercen los americanos. Es la única manera de proteger los intereses del Eje. La situación en Europa es muy complicada, inclusive para el gobierno de Franco. El final de Mussolini ya nos avisa de lo que puede ocurrir en el futuro. En esos contactos, nos deben procurar, atraer la mayor cantidad de oro y arte que ellos deseen salvar. También les confirmarás que permitiremos a su gente instalarse en nuestro país, siempre con la más absoluta discreción, ello incluye una cantidad de pasaportes, nuevos nombres y ciudadanía.

_ ¿Hasta que limite de…? –pregunte.-

_El General confía en ti, Martin. Los acuerdos nunca deben ser por escrito, ni existir contratos ni recibos, debemos basarlo todo en nuestro prestigio y por supuesto en nuestro mejor banquero –su mirada dio un giro de complicidad al mencionarme-. Estaba esplendida, esa mezcla de autoridad  e interés me excitaba. Ella prosiguió: tu ingresarás una parte del dinero a nombre de alguno de ellos y la otra parte a nombre nuestro -del General y del mío-,  en Suiza, España y en tu banco. De nuestro importe descontarás tu comisión. Ellos proponen que sea el 2 %. Se detuvo nuevamente y frunciendo su frente con extrañeza, me pregunta: ¿caerá Franco? Sin dejarme responder, le escucho decir: el General dice que no. El General, siempre metido en su boca –pienso con cierto hastío-. Él opina –sigue hablando arrolladora- que su juego doble con los nazis y los americanos le salvarán. Sobre este punto, nos interesa un informe cuando regreses. Hizo una pausa, fue hasta la ventana, de cuerpo sencillo sin grandes formas, el genio atraía a cualquier mortal.

Ellos te recogerán en Madrid, para el retorno proponen que sea en submarino para evitar el bloqueo anglo-americano. Tu nombre en Europa será el de Atarulfo Itenias, te hemos preparado un pasaporte. Esta operación debe ser realizada ahora que somos neutrales, luego, cuando declaremos la guerra al Eje, me temo que Hitler no estará de tan buen humor. Aunque esta salida está avalada por el Furher, nuestros contactos opinan que puede cambiar de opinión en cualquier momento. Se tomó un respiro, cogió un pitillo, lo encendió tragando su humo, se disponía a seguir, pero pregunto: ¿Necesitas algo más?

_Nada –respondí-, debo repasar mi alemán, lo tengo un poco descuidado

_Temo por tu vida. Aquella confesión, la sentí muy intima. Le hubiera dicho que lo dejara todo, pero me resigne. Ella continúo imprimiendo más intimidad: sin tu compañía, solo me queda el General… ¡y está en otro mundo! Acércate un poco, déjame… Tal vez sea la última vez. Fui en su busca, no podía resistirme, sentía su perfume, pero solo podía aguantar en silencio, era para mí un reposo, una cálida compañía en la vorágine que resistía desde hace años.

Le dije en un leve susurro:

_Recibirás noticias. Llegarán a través de una partida de sombreros que enviaré desde Barcelona.

Se puso de pie, su personalidad ya había cambiado, su afán de poder le dominaba. Me extendió la mano para despedirse. Yo dejé el vaso a un costado, me acerqué hasta ella, intenté besarle en la mejilla, pero se apartó. Antes de salir regresando a lo profesional, dije:

_Por lo que dices, el cargamento es muy importante. Sus ojos brillaron y respondió:

_Algunos no disfrutaremos de esa riqueza… Me giré, al llegar a la puerta, la entreabrí. Un frío que venía desde atrás me heló la espalda, no sé porque sentía que la muerte ya estaba instalada allí dentro. ¿Le volvería a ver?

Me fui directamente hacia el banco, debía darme prisa, le pedí a mi secretaria  que preparase un billete de Pan Am para Madrid. Buenos Aires estaba esplendida, llena de flores y sus arboles cubrian las aceras invitando al paseo. Llamé a mí ayudante, Ismael entró en mi despacho, le hice sentarse y dije:

_Debo ausentarme a Europa, tienes que llevar tú las decisiones, solo podrás contactar a través del correo con Barcelona cada 15 días. Usa pocas palabras, me interesa que cuides de dos aspectos, las decisiones más importantes del banco y la situación del gobierno. ¿Tienes alguna duda? –pregunté-.

_ ¿Por cuánto tiempo se va?

_No tengo ni idea. Dos o tres meses quizás. Observé en Ismael la sagacidad de quien intuye que los mejores negocios se hacen en los momentos de crisis. Le había elegido como mi mano derecha, porque era un cerdo, vamos… quiero decir, porque su familia animal le permitía moverse en la suciedad y alimentarse. Solo le exigía que lo hiciese dentro de la ley. Las tortugas envidiábamos de los cerdos esa capacidad para obtener rendimientos de todos los deshechos que dejaba la sociedad, y con la particularidad de transformarlos en energía.

Llegué a Barcelona en setiembre de I944, el otoño se aproximaba con su suave brisa. Me alojé en el Hotel Suizo y le hice llegar a quien vivia en la antigua fabrica de sombreros de la calle del Carmen un mensaje confirmándole mi estancia. Él me respondió como siempre de una manera enigmática:

_La Mirada te anuncia: ¡ten precaución con tu entrevistado, está disgustado y solo desea el fin! Aquello anunciaba mi proxima cita con Hitler.

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