Agosto 20: Nacho Valdés, El viaje del papel

Presento hoy en la serie agosto Nacho Valdés y este es su blog -j re crivello

Las relaciones epistolares resultaban sumamente populares en tiempos anteriores a las redes sociales por implicar una vía privilegiada para el contacto con la familia, las amistades, los colegas o incluso con desconocidos que, por medio de la palabra, terminaban por descubrir una relación más cercana. Desde que la historia hizo su irrupción a través del discurso escrito, han sido innumerables los medios para la transmisión de información. Desde lo pergaminos hasta los correos electrónicos, pasando por incontables formatos generados con el único propósito de construir vinculaciones entre individuos separados por espacios insalvables.

El arte de la relación postal suponía, y sigue significando en algunos círculos, un verdadero ejercicio de autoconocimiento a merced de la alteridad, pues, al fin y al cabo, la pretensión es establecer vínculos con el otro. Las palabras escritas, grabadas o garabateadas encierran la posibilidad de transmitir algo de uno mismo en una porción de texto con la pretensión de abrir la posibilidad del contacto. El verbo es capaz de derribar las más altas torres y de establecer ataduras imperecederas aptas para mantenerse activas hasta la muerte.

Gracias a las epístolas de todo tipo hemos sido capaces de conocer a los sujetos de la historia que vehiculizaban, virtud al descubrimiento de su cotidianeidad, momentos pretéritos envarados y petrificados por las crónicas profesionales. En la correspondencia privada uno se muestra sin ambages, pues persigue el contacto interpersonal y esta dimensión nos descubre facetas de la realidad desconocidas u obviadas por el narrador profesional. Por ejemplo, Cartas desde la cárcel de Gramsci manifiesta la entereza de un perseguido debido a que bajo la formalidad y en apariencia vulgaridad de sus textos, se esconde la represión y persecución a las que fue sometido. Las comunicaciones llegadas desde los frentes de las innumerables contiendas mundiales ofrecen un retrato mucho más fidedigno y apasionante que el mostrado desde la historiografía. Las pequeñas circunstancias de los hombres y mujeres que vivieron en primera persona estos acontecimientos nos muestran episodios vibrantes cuajados de humanidad.

Qué decir de las grandes relaciones dilatadas en el tiempo gracias al envío de misivas. Por poner dos ejemplos, antagónicos a su manera, podríamos hablar de Miguel de Unamuno y de Franz Kafka; empedernidos productores de correspondencia, aunque, como decía, con ciertos rasgos incompatibles. En el caso del rector de Salamanca, lo suyo suponía una verdadera fruición escritora, pues cultivó todos los géneros imaginables: artículo, discurso, novela, poesía, teatro y, por supuesto, la epístola. A través de esta producción, dirigida a amigos, familiares y colegas intelectuales, podemos acceder a un Unamuno más íntimo y preocupado de sus pequeñas contrariedades habituales. Los problemas con la edición de su última obra, su rebeldía desde el exilio, las preocupaciones sobre sus hijos, proyectos nunca ejecutados e infinidad de destellos que nos permiten configurar de manera más exacta la constelación de su creatividad. El caso del checo es diferente, pues, si bien era otro enfermo de la escritura, se prodigó muchísimo más por medio de la correspondencia que en escritos formales. El motivo no es otro que el afán de perfección que le conducía a la parálisis a la hora de publicar y rematar su obra. Sin embargo, en el mundo privado de sus pliegos se nos abre un Kafka rico en contrastes, con innumerables desasosiegos que nos transportan prácticamente en tiempo real a las vicisitudes enfrentadas. Su enfermedad, su relación fallida con Felice Bauer o su intenso trato con Max Brod son algunas de las anécdotas que consienten con una conexión más profunda con el escritor.

Esta forma de comunicación también es capaz de acarrear amor, odio o cualquier otra emoción siempre que contenga un componente humano, pues se funda en nuestra capacidad privilegiada para el desarrollo de conceptos. Son infinitos los proyectos que surgen a partir de la idealización que termina plasmada en ese papel que viaja hasta el receptor con un mensaje profundo y de calidad. Las ideas, por tanto, también han hecho uso de ese medio de transmisión para conseguir anidar en la conciencia ajena para de este modo poner en marcha la acción transformadora de la realidad. Nada mejor que el lenguaje articulado para hacer prosperar la inteligencia en el sustrato abonado de la alteridad.

Hoy asistimos a la materialización del rencor en forma de epístola, aunque tampoco se trate de una novedad, pues la cobardía suele ampararse bajo formas semejantes y repetidas en el tiempo. Las amenazas a nuestra clase política concretadas en balas de fusil nos recuerdan varias cosas. En primer lugar, lo fáctico se impone de manera momentánea a lo ideal, pues implica la memoria de la brutalidad ejercida sobre la carne material. También es posible detectar la estulticia de aquellos que descartan la dialéctica reflexiva para abrazar la munición agresiva alejada de la discusión. Por otro lado, supone un reflejo de la incapacidad para establecer un contraste con nociones ajenas que, por muy separadas que estén de los propios planteamientos, siempre implican cierto grado reflexivo a tener en consideración. La incapacidad para reconocer como interlocutor válido conduce a este universo de sobres repletos de pedazos de metal sin capacidad para la reflexión, el contraste o el avance. Este tipo de correspondencia nos devuelve a tiempos oscuros que pensábamos alejados, aunque sigan latiendo entre nosotros. Un verdadero peligro que atenta contra la comunidad a la que todos contribuimos.

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