BAILANDO TANGO by Rosa Liñares

Rosa escribe en MasticadoresArchipiélago, con quién compartimos la edición Felicitas Rebaque y yo. Pueden ver en este link más relatos de Rosa Liñares -j re crivello

Cada noche, los fines de semana, acudía a aquel local donde sonaba música latina. Salsa, bachata, tango… Cualquier ritmo latino era digno de bailar.

Procuraba ir temprano, cuando el local todavía no estaba lleno y se podía bailar y disfrutar sin agobios. Yo, ciertamente, miraba más que bailaba. Y es que había una pareja que me tenía obnubilada. Ya no eran jóvenes; ambos rondarían los sesenta años, pero tenían un porte y un estilo fascinantes. Se movían ágiles y cuando ellos bailaban todo a su alrededor se paraba. Sobre todo cuando bailaban el tango. Parecían haber nacido para bailarlo. Él agarraba a su compañera con rudeza y delicadeza a partes iguales. Sus rostros serios, con la cabeza erguida y la mirada al frente. Observándolos, daba la impresión de que estaban enfadados el uno con el otro y que casi era una obligación bailar juntos. Parecía que lo hacían con rabia. Luego, fijándose bien, esa rabia se convertía en pasión. Una pasión desbordante. Y emanaban erotismo por doquier. Yo misma había llegado casi al culmen de la excitación viéndoles moverse. Acompasados, atrayéndose como imanes, con movimientos enérgicos y suaves al mismo tiempo. Insinuantes. Una explosión sensual.

Una de aquellas noches en que observaba fascinada a mis bailarines favoritos, un joven alto y moreno me cogió la mano, tirando de ella para llevarme a la pista a bailar. Yo negué con la cabeza, mientras tiraba de mi mano hacia atrás, intentando zafarme. Aquel chico guapo, con su meloso acento argentino, me imploraba que bailase con él. Yo no quería. Era profana en la materia. Lo mío era mirar cómo bailaban, pero no hacerlo yo. Con su radiante sonrisa terminó convenciéndome y todavía no sé cómo aquella noche acabé bailando al lado de mi admirada pareja. Tango a dobles parejas.

Luego supe que él era precisamente el profesor de baile.

Me sedujo totalmente. El baile me sedujo. Él me sedujo. Y desde entonces ya no he podido dejar de bailar.

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