
Esta semana regreso a lo profundo de cada alma: hablo de mis abuelas, de sus abuelas, estimado lector –j re crivello
“Es que nos convertimos en algo como él; es que, a partir de ahí, nos convertimos en seres repugnantes como él, sin corazón ni conciencia, cebándonos en los cuerpos de los que más queremos. Para nosotros están cerradas eternamente las puertas del cielo; porque ¿quién volverá a abrírnoslas? Pág. 298, Drácula, Bram Stoker (edoc de 2002)
Mis abuelas, la gran Domenica y la sutil Francesca pensaban que el cielo existía. Y al hablarme de él, era un arquetipo que media la norma de los que en la vida real coexistían.
¿Hemos perdido el Cielo amigos? Tal vez, la medida de lo que está bien o mal, ahora nos parece más humana, pero las maldades, u errores han regresado al alma de los humanos. Y coexisten con dificultad. Primero por ser monos acostumbrados a convivir en clanes, y luego por poseer una cultura que descansa en esta lucha animal que nos persigue. Mis abuelas no pensaban en nuestra animalidad, para ellas éramos criaturas que Dios depositó en este planeta y debíamos comportarnos como humanos que basaban sus reglas en un juicio que se emitiría al final de nuestras vidas.
Hoy caminamos desasistidos de este final, solo pensamos en quemar las horas, en quemar el planeta, en derrotar a los animales o insectos que lo habitan. En cierta manera, la maldad se ha apoderado de nuestras vidas. Cuando observamos que el gran botellón de Madrid deja arrasado un parque hermoso y verde, lleno de plásticos y venos una noche construida en el alcohol, como si este fuera a liberarnos de nuestro presente. Como si pudiéramos acechar las puertas del Cielo y en su entrada decirle: ¡vez no te necesitamos!
¡Vez, soy dueño de mi contador de minutos!, y nadie me dice que debo hacer. ¡Nadie!
No, no me he vuelto predicador, ni creo en el artificio mental del cielo. Pero cuando regreso a los recuerdos de mis dos abuelas, ellas son más honestas y coherentes que mis congéneres atrapados en el alcohol de quemar.
Me pregunto si en otros países (Francia, Italia, Alemania, Reino Unido, ) también tienen botellones y como final de fiesta, saqueo y vandalismo.
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Probablemente no, pero al final no es el botellón en si, sino el alcoholismo que genera en cuanto a enfermedad
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