
Al escribir uno se enfrenta a fuerzas titánicas que se esconde en su interior. La espontaneidad, la lucha interior por decir esto o aquello nos empujan. Y uno debe seguirlos, pero a la vez guiarlos. También algo escrito hace años se acopla al material nuevo que vuelve a aparecer. En la serie de hoteles de esta semana, me he enfrentado de la siguiente manera:
“La vida en hoteles es como la vida a parches de los que su familia se deshace y vuelve a reconstituirse o no”
A un elemento muy común en nuestra sociedad actual, las familias separadas que causan cambios brutales en los niños/as que cuando describo esta situación hablo de hace 50 años, cuando allí comenzaba este goteo de disolución de la familia tradicional.
“Ese hotel fue uno de mis marcos de referencia. Cada habitación por más que había sido repintada aún conservaba los timbres para llamar a recepción y cantidad de tesoros escondidos”.
Menciono el hotel, pero en la sociedad líquida que menciona Z. Bauman han desaparecido estos espacios y se sitúan de manera temporal de una manera fluida y gaseosa. O para las niñas/os actuales se encuentran en la red creada a través del móvil.
“Todos tenemos barcos a la deriva, gigantes, con cientos de habitaciones en las cuales sus puertas se abren o cierra. En nosotros esta hallar los tesoros. Y tejer nuevas asociaciones”
Las asociaciones que menciono son tan efímeras y difusas que pasamos una vida tejiéndolas pero pocas veces analizando la calidad de lo establecido, por ello la figura del terapeuta es capilar en nuestra época, el acompaña al individuo para establecer aquello que es estable de lo efímero en su vida. En su territorio. No es extraño esa palabra que todos cita: “la zona de confort” para apropiarse de algo desconocido, cual tabla de salvación.
“–Debería estar presente –y colgó. R Zapotec, se puso la pistola en la cintura, miro si tenía el formulario B de “denuncias raras y resúmenes ocasionales” y puso un cartel sobre la mesa donde decía: “enseguida regreso” y agrego en lápiz estoy en el Mayo”
Esta cita nos refiere a la turbación que nos produce al ver los telediarios y las violaciones, desapariciones, o las turbas masivas de los bebedores de alcohol en las plazas (el botellón). Cada vez más la policía se enfrenta a este formulario de “denuncias raras y resúmenes ocasionales”, en suma, la nada. Un espacio, el público donde los fenómenos sociales se/nos ocupan de la violencia y sus manifestaciones. Ya no es desorden social, ya es dolor social.
“Te dejo en el castillo de mi familia y por la mañana regreso en tu búsqueda. Me sonó a normal, siempre las invitaciones de este tipo traían trampa”
Algo consustancial a la violencia: violaciones, violencia de género, secuestro de niños. En esta frase el protagonista enumera la separación cada vez más grande entre lo público y lo privado y como lo privado cada vez posee más llaves de seguridad. Nos rodean, nos acompañan a la calle, sometiéndonos a una vigilancia de lo externo a nosotros. A lo que puede aparecer y someternos. Y ello desarrolla la vigilancia, las cámaras de seguridad, a las que consultamos cuando el suceso ya se ha producido y escuchamos en las noticias: las cámaras de seguridad grabaron…
“El Spi-ri-tou como llamaban los primeros turistas venidos de California o alguna parte de Europa definía ese encanto”.
La serie concluye con la búsqueda intensa por el turista en hoteles y viajes de aquel Spi-ri-tou entrañable que les proporcionan los complejos de Todo-incluido ante la violencia social que nos rodea. Se viaja para nutrirse de deseos y satisfacciones construidas en la ruta, en la gira, en la póliza de satisfacción que compramos.
Como verán amigos lectores, al escribir debajo laten miles de reflexiones. Y lo que parece ingenuo de cualquier escritor no es más que un reflejo de su sociedad, sus ideas o sus sueños alterados tal vez por la zona de confort. Un escritor que se precie es valiente y deja salir todo el material.
¡Buen fin de semana!
Nota.
Las citas aparecen en los cuatro artículos publicados esta semana