
By j re crivello
D J Ré, mi padre. Con el viví seis meses. Era especialista en vivir en pueblos en medio de la nada. Agrestes, solitarios, donde llegar era una proeza. En esos meses aprendí la libertad. Me dejaba solo, desde ir al colegio, hasta hacer los deberes o perderme en el monte. Alto, de 1,85, cabello con gomina, bigote (en esto los tres Re que me faltan contar usan barba) y una sonrisa que abre puertas y derriba la amargura. El invento el realismo mágico que copiarían todos los escritores latinoamericanos. Sus territorios eran de culebras gigantes, ríos traicioneros, caminos sedientos de polvo y siempre en el centro del pueblo, estaba su negocio.
Allí, en ese nombre de pueblo de 500 habitantes y que comienza por T. y solo una calle, aprendí que si te dan un puñetazo y te tiran al suelo hay que aguantarse y volver a la carga, pero aprendí a pescar en el rio, a mojarme y al salir ver como una piedra caliente de sol me abrazaba, o espiar las víboras a la hora de la siesta. Era el verano del 63. Tenía 8 años. Todas las tardes paseaba con una chica de 15, mi amor platónico. Mis amigos me azuzaban: ¡Dale! Y molesto me rebotaba con ellos.
Allí jugaba en el techo de una Iglesia a 80 metros de altura. Allí en una de las clásicas apuestas de D J Ré, él corrió una carrera y perdió y yo corrí otra y perdí con el hijo del ganador. La vida de los ganadores es efímera, —pude entender de mi padre. La de los perdedores dura años, pues mascullamos como poder ganar.
D. A. Re me enseñó que tener amantes era un rito, como jugar a las cartas, o con su sonrisa atrapar el infierno. Y este le atrapó en el alcohol. Su danza con la bebida comenzó en aquellos años. No lo entendí en su momento. Pero si apareció en mí la ficción, con mi padre descubri ese espacio que cultivo como escritor. En ese pueblo vi a un tipo que se tragaba sables, a otro que se ponía una barra de hierro en la boca y la doblaba, o a DJ Re tener farmacia y hacer de farmacéutico sin saber nada de ello.
En aquel 63, además descubrí que existía la política. Uno de mis amigos me dijo: “han matado a Kennedy” Y me explicaría quien era. Ante mi aquello fue un anuncio: había gente que era jefe de la tribu y alguien le abatía a tiros. Gran lección, la tribu, los jefes y los asaltadores del poder. Alguno se preguntará, si veía la tele. No.
D. A., te recuerdo aun, pero ya estoy en paz. Aquella experiencia me ha durado años. Ha iluminado todo un estilo de vida. Prefiero comentar que tu sonrisa irónica, tu voz rugosa, tu peinado hacia atrás te procura el honor de gastarte la fortuna de tu padre (Felipe Ré) y la de mi madre. Si, creo viviste muy rápido. Tal vez al cavar aquel el foso, cambiaste tu alma por una tan ligera, que hasta me causa gracia, pues a uno de tus tantos negocios, le llamaste: La Oriental.
La Oriental, era una pastelería, pero su fin último era que en la parte de atrás jugaban a las cartas, vamos una timba. Al hablar asi de un padre tal vez suene a la ligera. Tal vez las toneladas de óxido familiar que mi familia descargaba sobre ti, pero, he dejado hoy que lo genuino de ti aparezca. Para sanar una rama familiar es necesario recurrir al amor y no al odio.
¿El odio construye? Buena pregunta amigos…
Nota:
1-La saga reune a 141 años. de estilos masculinos diferentes, de cambios, de paises (tres: Italia, Argentina, España). De profesiones. de como usar el dinero, gastarlo e invertirlo. De como amar y ser amado. De como criar a la generación siguiente. De como el realismo mágico esta presente. De pueblos pequeños y alejados de la modernidad. De como construir futuro o derruir su presente. De como morirse joven o llegar a viejo. A todos los Re les une un elemento en comun, la sonrisa y el humor que practican (la ironía).
2-Definición de ironía: Modo de expresión o figura retórica que consiste en decir lo contrario de lo que se quiere dar a entender, empleando un tono, una gesticulación o unas palabras que insinúan la interpretación que debe hacerse.
3-Todos tienen un redactor de su memoria: j re crivello