Paraísos imaginarios —01 by j re crivello

Un mundo imaginario ¡ya lo sé! A veces en nuestra rutina necesitamos estos territorios innecesarios pero que poseen un vertido de vida. En esa isla nos detenemos y desde ese inmenso escenario, dejamos que nos arrebate en su ilusión. Es como el señor que saca a pasear el perrito, casado desde hace años y por una extraña pieza del destino, visita una amante que está en dicho sendero. El no escarmentara ya jamás de esta dicha que cambiará su paso. Ella, digamos su ex o actual mujer, o llorara su pérdida, o explicara que se había agotado aquel embrujo. Pero el perro sin desatino ni escarmiento seguirá reclamando el paseo diario. De lo cual, una serie inagotable de paraísos artificiales nos guían durante años.

01— Gansos

Era tarde. Detrás del portal, un hilo de luz se colaría por una ventana. Dentro un amargo aceite. Una mala cacerola rellena de patatas fritas. En el humo y el olor del comedor-cocina nos parecía que mataban la sauna de naftalina que su dueña poseía cual marca personal. Dos gansos esperaban sobre la mesa. Maniatados. Sin más ardor que escapar de su fin. La hoja de la cuchilla les abriría el cogote en un infierno de sangre. Mesa triste. Presidida por una dueña con delantal blanco chorreando de calor. Hasta sus sandalias llegaría un riego en color rojo. En esa dieta: “de pechuga de pavo le habían dicho que estaba la salud”. Luego meterles en el agua caliente y quitarles las plumas. En ese esfuerzo de carnes y salpicaduras, la asesina-cocinera dejaba mover sus dos nalgas dentro de un vestido aceituna. ¡Quién diría que una vez hecho añicos irían a compartir o arroz, o fritura, o puré! Ella esta prevenida, debía dejarles boca abajo en el patio. La sangre iría bajando hasta licuarse de su vida. De la del ganso. Dos horas tardaría aquello, con ducha incluida de la matrona para escapar del estropicio de plumas. Pero esa práctica semanal le proveía de carne de junco y avellanas para mantenerse en forma. Solo le molestaba una nota, que ella siempre tenía la delicadeza de apartar. Iba en las patas de uno de los animales. El carnicero ponía, con letra redonda: “déjeme señora que se los entregue muertos y listos”.

—02 Autoerotismo (lunes)

—03 El circo (martes)

3 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Asi es la vida, uno no debe dejar que otro haga lo que uno tiene que hacer…

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    1. jaja. Por cierto te queria programar un texto para proxima semana Pasame y escoge uno de tu blog a fleminglabwork@gmail.com

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      1. Muchísimas gracias Juan. Como has visto, lo mío es casi siempre poesía o relatos de arte o de otros artistas, a veces me incluyo. Pero me gusta mucho la idea de poder participar en Masticadores España. Te lo mandaré con mucho gusto y agradecimiento. Un saludo,
        Francisco

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