Agosto —16: Una pulsera de otro mundo by Jorge Aldegunde

Estaba encantada con la adquisición. No se le ocurría mejor regalo para un cuarentón que, en plena crisis, había decidido retomar viejos hábitos saludables y ponerse a correr.

Además, era lo último del mercado: lo más de lo más en las llamadas pulseras de actividad. Medía todo tipo de parámetros corporales: pulso, pasos y distancia recorridos, calorías consumidas, sueño acumulado y un inabarcable etcétera. Ya puestos, también daba la hora.

Como no podía ser de otra manera, venía de serie con una utilísima aplicación, de las que se instalan en el teléfono móvil, recogen ingentes cantidades de datos proporcionados por la pulsera, y los procesan para presentar estadísticas, gráficas y un sinfín de recomendaciones para mantenerse sano.

A ella se le había ocurrido activar aquella función para enviarse mensajes y, de paso, poder echar un inocente vistazo al resumen de la actividad diaria de su compañero.

En ésas estaba cuando su teléfono comenzó a vibrar. Hablando del Rey de Roma. La aplicación de la pulsera mostraba un mensaje de bienvenida:

“¡GRACIAS POR USAR NUESTRA APLICACIÓN! TE QUEDAN 8.546 PASOS PARA CUMPLIR TU OBJETIVO DEL DÍA.”

Le sirvió para recordar que tenía que ir al gimnasio. Realmente era un cacharro útil.

Siguió con su paseo, hasta que volvió a notar la vibración del teléfono en su bolso.

“UN AMIGO HA REPORTADO: ¡78 PULSACIONES!”

Vaya. Resulta que, además de poder mirar por la ventana indiscreta, el programa la animaba a ser cotilla. Cosas de los automatismos.

No habían pasado ni cinco minutos cuando el teléfono volvió a vibrar ostensiblemente.

“UN AMIGO HA REPORTADO: ¡102 PULSACIONES!”

Eran sólo las diez de la mañana; se imaginó que él estaría en la oficina, tal vez metido en alguna reunión de esas que duraban demasiado y le ponían de los nervios. Desde que se había metido en aquel proyecto con los rusos, tenía tensión emocional. Suerte que ella seguía de vacaciones.

Se detuvo en un banco del parque. Tal vez era buen momento para llamarle y comprobar que todo estaba bien. Dudó un par de veces, hasta que su sentido común le borró la idea de la cabeza. Bobadas, pensó.

“UN AMIGO HA REPORTADO: ¡165 PULSACIONES!”

Se quedó mirando la pantalla de su terminal, que ahora mostraba el mensaje acompañado de un bip excesivamente ruidoso. La pantalla parpadeaba en un rojo anaranjado. Se convenció de llamar: era simplemente una prueba y se quedaría tranquila. Y de paso le preguntaría qué estaba haciendo: para una reunión de trabajo, estaba resultando de lo más intenso.

“UN AMIGO HA REPORTADO: ¡220 PULSACIONES! ¡SE HA SUPERADO EL LÍMITE!”

Comenzó a preocuparse de verdad, mientras asimilaba el mensaje, desbloqueaba la función de llamadas de su teléfono, y comenzaba a marcar el número de su marido. Comunicaba.

Continuó sentada, sin saber bien qué curso de acción tomar, intentando conectar en varias ocasiones, sin suerte. Estaba segura de que se trataba de un error informático, pero se mantuvo resuelta a llamar las veces que fuera necesario, hasta que consiguiese hablar con él. Le puso varios mensajes de texto, para que la llamara de vuelta. Se mantuvo mirando fijamente la pantalla de su teléfono esperando una respuesta. En ese momento sonó una estridente alarma, parecida a la del despertador, al tiempo que la pantalla se llenaba de colores.

“UN AMIGO HA REPORTADO: NÚMERO DE PULSACIONES INCOMPATIBLE CON LA VIDA”

Sintió cómo se le helaba la sangre. Se le cayó el teléfono y volvió a recogerlo, sobresaltándose al escuchar el timbre de una llamada entrante. Era él.

–¿Sí….Dígame?

–¡Hola!… Tengo algo así como veinte llamadas perdidas tuyas. Dime que, por lo menos, se ha caído el Taj Mahal o hemos llegado a Marte.

–Gracioso.

–No, en serio: ¿qué pasa?

–Ah… Nada. Sólo te llamaba para saber qué tal iba todo.

–Bien…a vueltas con los rusos. Entretenidos, pero sin morirse.

–No digas eso.

–¿Qué? Lo de los rusos…

–No, lo de morirse.

-Ah…Es el humor de las diez y quince. Ya sabes que soy muy gracioso, tú misma lo dices…

–¿Qué tal la pulsera?

–¡Genial! Menudo invento. Me dice que ya llevo caminados la mitad de mi objetivo de pasos, quemada cerca de una cuarta parte de calorías, y que me pongo nervioso cada vez que mi jefe me habla…No, en serio: está muy bien. Ya no hay excusas para no cuidarse.

–Bueno. Voy a seguir con lo mío. Que pases buen día y ten cuidado.

–Ya te he dicho que no pienso morirme todavía.

–Y dale.

Colgó. Aliviada, pero sintiéndose algo estúpida. Examinó su móvil en busca de más alarmas, pero se mantuvo en silencio. A la vista del éxito, terminó por desactivar la función “alertas de amigos”.

Al día siguiente, mientras recogía unos papeles, un pequeño panfleto se cayó al suelo. Lo recogió.

“FUNCIONALIDADES AVANZADAS: ALGORITMO DE PROGNOSIS”

Eran las instrucciones de la pulsera. Algoritmo de prognosis. Sonaba bien, y se animó a seguir leyendo.

“Funcionamiento: Nuestra pulsera incorpora un algoritmo de predicción del estado de salud del usuario. Este algoritmo se vale de técnicas de análisis de grandes volúmenes de datos (big data), para proyectar el comportamiento cardíaco del usuario y generar consejos para una actividad sana.”

Pensó en lo ocurrido el día anterior. Continuó leyendo.

“Modos de fallo: Nuestro algoritmo combina datos de millones de usuarios que han proporcionado su consentimiento para generar patrones y tendencias. Se encuentra en proceso de optimización por lo que, cuando esta funcionalidad se encuentra activa, el funcionamiento de la pulsera puede sufrir desviaciones debidas a la incorrecta interpretación de los valores de salida del algoritmo. En caso de detectar este comportamiento, póngase en contacto con nuestro departamento de posventa y garantía. Actualizaremos su software sin compromiso.

DISFRUTE DE NUESTRA PULSERA. ¡ES OTRO MUNDO!”

Trataba de asimilar la información. El teléfono la sacó brutalmente de su ensoñación: comenzó a sonar como si no hubiera mañana.

Se trataba de un número oculto.

FIN

Advertencia del autor: A ti, que tal vez leas esto, decirte que no te creas la mitad de lo que escribo. Lo que hagas con la otra mitad, es asunto tuyo.

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