Aquella mañana llegaba a Paris durmiendo en un minúsculo espacio encima del compartimento de pasajeros. Abajo una mujer joven me cubría. No llevaba billete. Ese día y sucesivos los pasé en un mini apartamento invitado por mi compañera de viaje. Pero mi destino me llevaba más al norte de Paris, a casa de unos amigos.
Los viajes inexplicables no resuelven nuestros deseos íntimos. Tal vez los viajes programados tampoco. Uno viaja para reducir su áspera manera de vivir. En aquel largo paseo por media Europa, no hacía más que alargar la pelota de mi vida.
Al llegar al destino, uno de mis amigos me reclama: ¡porque no me has esperado!, pues… deseaba viajar conmigo.
En nuestras vidas siempre hay personas que pasan a nuestro lado y nos solicitan un espacio. Una respuesta de compañía. Muchas veces no sabemos interpretar esta demanda. Muchas veces nuestro lio interior nos empuja en una búsqueda sin explicaciones. A veces algunos poseen el miedo como freno ante aquel impulso. En mi caso el miedo no detenía la angustia por ir más allá. Por viajar en rutas desconocidas, en las cuales el interlocutor era una persona desconocida quien sumaba sus esfuerzos al mio, por conocernos. Allí aprendí que las emociones guían nuestras vidas de una manera ciega. La ira, tal vez me guiaba. O la sorpresa ante el devenir.
En nuestras vidas, a la lista de emociones básicas, las visitamos una y otra vez. La pregunta tal vez es: ¿Razonamos nuestros pasos, o las decisiones?
No soy capaz de responder a pesar de mi pasado tan agitado. Solo intuyo que cada suceso nos adentra en fases movidas de nuestras vidas, en otras no esta tan marcado y estamos más serenos.
Para hacer estos viajes, hay otro aspecto que nos debe guiar, y es la confianza. Si la posees, ella te guía evitando los peligros o las situaciones de relaciones toxicas. Y, la alegría te instruye: pues cada mañana cuando te levantas y tienes pocos datos de donde estas, pero te dices a ti mismo: veamos que hay…
Un día subí a un coche en autostop, y su dueño me pregunto después de una larga charla a la altura de Narbona, si tenía donde dormir. Ante mi respuesta negativa, me llevó hasta un castillo antiguo. Era de su familia. Me enseño una entrada y una habitación. Allí pase la noche mientras él se marchaba y cerraba con llaves esa inmensidad. A la mañana siguiente me vino a buscar, desayunamos y seguí viaje hacia Barcelona.
El silencio, la oscuridad, el espacio desconocido, están en nuestra memoria. La anécdota del castillo de Narbona, aun presiden mis decisiones. Por ello practico la confianza unida a la intuición ante el peligro, que no es el miedo por cierto.
Emociones Básicas:
Alegría. Enfado. Miedo. Tristeza. Sorpresa. Asco. Confianza. Interés.
El silencio, la oscuridad, el espacio desconocido, están en nuestra memoria.
perfeito!! não têm como se sentir entediada com seus relatos e senso de poética.
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Reblogueó esto en CronicArtey comentado:
para dar nome as coisas.
reflexâo e autenticidade com J Crivello
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rebloguei este post no CronicArte.
Obrigada.
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