Poco antes que el gran maestro Zen Suzuki Roshi muriera exclamó: “No quiero morir”
“Y aunque prefiramos estar entre las montañas del Tibet y no en nuestro escritorio […] y aunque la muerte aúlle a nuestras espaldas y la vida ruja ante nosotros, podremos escribir, sencillamente empezar a escribir lo que tengamos que decir” ( pág. 240 Natalie Goldberg, El Gozo de escribir)
Podríamos reemplazar la palabra escribir por hacer el guion de nuestra propia vida, sacarla de la monotonía cada tanto y reescribirla. Algo que parece fácil, mantiene atrapadas a millones de personas en cierta angustia. Su pasado, sus lazos familiares le sujetan o pesan demasiado en su actividad diaria.
Ayer, en yoga pude ver que mi profesora con cierto desánimo por un resfrío intentaba entrar en la clase. Luego su recorrido pudo ir a más y salió de su interior el talento inundando de vitalidad a quienes les rodeábamos. Aquí está la cuestión, imaginemos que nuestra monotonía es ese resfriado, y atravesar ese espacio donde la fuerza de nuestra capacidad de crear está a solo unos minutos. Y ¡damos ese empujón!
Cuando el grito de ¡no quiero morir! Aparezca, estaremos arrepentidos, tal vez. Es en estos días, un miércoles raro y difícil es cuando tenemos que atrevernos a dar un sencillo paso. Como dirá Natalie Goldberg:
“Sin rabia, sin fustigarnos y sin autocompadecernos, sino simplemente aceptando la verdad de lo que somos” (Ob citada Pág. 240)
—
Mañana abandonamos las sugerencias de la Goldberg y creo escribiremos desde otro autor, un genio que vive en Barcelona, Manel Villegas, Atrapados en el Espejo (El narcisismo).