La Guerra y las Cruzadas

by juan re crivello

 

“Al atardecer, los cruzados hacen un alto en la colina de Hattin. Terrible es la sed que tortura durante toda la noche a los hombres y caballos. Cuando amanece, los cristianos se encuentran con que sus enemigos han rodeado por completo la colina.

Transcurridos unos instantes de vacilación, y al darse cuenta los musulmanes de que el viento sopla del Este, prenden fuego a las resecas hierbas del pie de la colina. Las llamas se extienden por todo alrededor y el humo ciega a los cristianos, dificultando su defensa en el momento en que los musulmanes empiezan a disparar sus arcos”. Pag 174, las Cruzadas, Bruno Lenninger, año 1957.

En toda aventura los hombres y sus caballos tiemblan ante la sed, reducida ante el mal que les coloca ante la disyuntiva de su propia muerte o la de su opuesto. Aquellas guerras estaban construidas por la muerte -paso a paso- hasta dejar en el territorio un puñado de valientes y una densa hilera de cadáveres. ¿Cristianos o musulmanes? ¡Una estupidez! El hogar dirige a aquellos apetitos en pos del poder. El hogar de su amada, de su territorio, de sus hijos. Siempre está detrás y les empuja, para decidir un tajo, una puñetera sonrisa a la que dejar seca, o un sendero que se abre en busca de quien es el jefe de la partida. (1)

Desde hace siglos el hogar empuja a los hombres (y sus mujeres) a reducir a ceniza a ejércitos enteros surgidos de la nada y que palidecen en sus sueños, en sus ropas de combate. La guerra les permite a los sucesivos pueblos justificar el intenso martirio para defender su hogar. Y este aparece mezclado con retazos de poder, dinero, aventurerismo, que ocultan los sueños de la patria pequeña. Tan pequeña que al regresar de cualquier guerra, el veterano descubre que su imagen interior ha cambiado. Pero el mayor impulso reside en los trastornos que ha vivido y los territorios que le han bautizado.

La grieta de la guerra abre un surco en esas vidas y en las sociedades que se pliegan a ella por ser incapaces de cultivar la democracia.

 

Nota:

(1)El asesinato de J. F. Kennedy es una muestra de la muerte del jefe de la partida

(2)Origen de Las Cruzadas

Desde Puy, el 15 de agosto, el Papa había convocado a un concilio a celebrarse en Clermont. Ni esta convocatoria ni el desarrollo mismo del Concilio hacen pensar en algo extraordinario. En efecto, el encuentro episcopal de Clermont, abierto el 18 de noviembre, se dedica al tratamiento de asuntos eclesiásticos; referidos 1) al clero francés; 2) a la reforma de la Iglesia (investidura de laicos, práctica de la simonía, relaciones adúlteras del rey de Francia, etc.); y 3) a
la Tregua de Dios, que se amplía al conjunto de la Iglesia.

Sin embargo, el 27 de noviembre, Urbano II hace que Clermont se convierta en uno de los concilios más importantes de toda la Historia: pronuncia una predica que, por la gran afluencia de clérigos y laicos, debe celebrarse en las afueras de la ciudad.

En dicha predica, el Papa se refiere a la grave opresión de la Iglesia de Oriente. Y, en efecto, los selyúcidas (dinastía turca) habían ocupado el Asia Menor y destruido y profanado las iglesias y Santos Lugares de la Cristiandad. El Papa llama a una intervención militar en Oriente contra los musulmanes.
El éxito de la arenga es inmenso; el pueblo presente
habría gritado “Deus lo volt”, Dios lo quiere.

Fuente: http://hablemosdehistoria.com/el-llamado-a-la-primera-cruzada/

 

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